Frío.


Una sombra aparece entre el conjunto de luces, y se va haciendo más nítida a cada paso que da. Te acercas, me sonríes de esa forma que tanto me gusta y entonces siento que todo es posible.

Por un segundo podría jurar que estás aquí. Abrazándome.

Despierto pensando en tus labios, en tus manos acariciando mi cintura y tus ojos gritándome que me amas sin necesidad de palabras. Pero estoy sola,  sola en esta cama tan grande y fría. Sola enredada entre humedas sábanas sobresaltadas.

Y a pesar del calor siento frío.

Ahora no siento esa voz ronca al amanecer, ni esa respiración en mi espalda. No siento esos brazos que me atrapan en la oscuridad de la habitación. Ahora solo siento frío.

Me levanto somnolienta y camino hacia la ducha. Recuerdos pasan por mi mente.
Pétalos, velas, caricias, besos, sonrisas y agua... el calor del recuerdo me atrapa por un instante. Pero el espejo ya no refleja tu torso desnudo, ni esa mirada cargada de promesas. Ahora solo estoy yo, despeinada, somnolienta y fría.

Cuento los días que quedan para volver a sentirte conmigo, para volver a recuperar esas noches y la esencia de mí misma que te llevaste contigo.

Cuento los días para dejar de sentir frío.



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